EL TAXISTA

El taxista juró que se vengaría. No recordaba cuantos días, meses, horas llevaba buscándola. Por las calles de Duitama, como un sonámbulo, un poseído, por las calles, los caminos, las veredas, las avenidas, los senderos. Un día en la Terminal de transportes, otro en la Plaza de los Libertadores, en el Parque El Carmen, en la Gruta, en La Milagrosa, en La Ciudadela….

Otro día en bares, entre vagabundos, vendedores de chance, entre mecánicos, campesinos. Encontrarla se había convertido en su obsesión. Se la había presentado un amigo un viernes en la noche:” - Me llamo Melissa_” le inquietó su profunda y retadora expresión. Ya se imaginaba a sus amigos del parche muertos de la envidia: ¿Dónde encontró semejante hembrononón?, le decían, él se consideraba el hombre más afortunado del mundo. Ella podía conseguir cualquier hombre, y lo había elegido., al fin y al cabo, su mamá siempre le vivía diciendo que era una pinta. “Un servicio para la calle 26”. le avisaron por el radio. Ansiaba que, por alguna circunstancia del destino, alguna vez su mirada se encontraría con la de Melissa, sólo quería saber por qué le había roto el corazón, por qué había jugado con sus sentimientos. Le pareció que la mujer era ella, pero no sus ojos; eran verdes.

El titular era exageradamente escandaloso: “Cae jefe de banda de extorsionistas”, de pronto lo atrajo poderosamente la foto y el nombre: Melissa Cáceres”, Por primera vez en tres años sonrió, no valía la pena tanto por tan poco, y emprendió una veloz carrera, merecía recuperar su vida, quien sabe si su destino sólo fuera una sencilla y buena mujer.